miércoles, 14 de septiembre de 2011

"La subjetividad sujetada, el pensamiento crítico, la mujer cosa..."

Fragmento de " La Colonización de la Subjetividad", por José Pablo Feinmann para Página 12.

Es el nuevo proyecto de dominación mundial: colonizar las conciencias, someter la subjetividad. Hay quienes permanecen instalados en gravísimos problemas teóricos, que se expresan luego en problemas políticos y organizativos. Hay quienes dicen que a partir de la caída del Muro de Berlín se inicia una etapa “posrrevolucionaria”, también dicen “posmarxista”. Grave error. Cierto arcaico “marxismo” no termina de entender eso que dijo Marx de la burguesía: que era una clase revolucionaria. A partir de 1989 lo que se consolida es una “revolución”. Una “revolución capitalista”. Otra más, tan trascendente como la francesa. Es la “revolución comunicacional”. Con ella, el capitalismo enterrará al proletariado (que era, según se sabe, el llamado a enterrarla por la dialéctica de la historia) y enterrará, tal vez, al entero mundo. “Este, sin embargo, el viejo tema marxiano del Mago destructor burgués, no es (aquí) el nuestro. Nuestro tema se enuncia así: hubo una revolución, la hizo el capitalismo, se expande por el todo el planeta, arrasadoramente, aplana y conquista y manipula y coloniza las subjetividades. Es la revolución comunicacional. Radica en eliminar de la Tierra la capacidad denegación, de diferenciación. En consolidar el Todo imperial. La globalización del tercer milenio. En encadenar, no ya los cuerpos sino los sujetos. Sujetar los sujetos. Sus principales armas no son tanques, ni misiles, ni neutrones. Es la televisión. Es el cine. Es el periodismo. Los magazines. Las radios. Los canales de cable. Y, formidablemente, Internet, donde algunos creyeron, muy ingenuamente o con decidida mala fe, que iba a instalarse la “sociedad transparente” que pregonaba Gianni Vattimo a comienzos de los noventa, fines de los ochenta. Internet es, hoy, el reino de la mercancía basura, de la mercancía idiotizante, de la compra-venta compulsiva y del sexo-mercancía, del sexo pornográfico. Cada vez lo es más (la rapidez de estos tiempos es la característica y, también, la degradación de la temporalidad) y cada vez lo será más obscenamente.

Todo es directo, todo es banal, todo es brutal, todo es explícito. El “misterio”, es decir, lo que sugiere, lo que lleva a pensar y a revisar, a ir más allá, lo que “no se ve” de entrada, lo que impone una búsqueda, ha muerto.) Este mundo implica “el ‘aplanamiento’ de todas las posibilidades de ser”. Sigue Heidegger: “Distanciación, ‘término medio’, ‘aplanamiento’ constituyen, en cuanto modos de ser del “uno”, lo que designamos como “la publicidad’”. El Poder comunicacional es publicitario, publicita una y otra vez sus mercancías y sus ideas fetiche. Las vuelve seductoras. Nos entretiene. Mata nuestra conciencia entreteniéndonos. Es un enemigo sagaz, brillante. Ahora, el “uno” “puede responder de todo con suma facilidad”. El Poder da las respuestas. Es el taxista por cuya boca habla la radio que escucha todo el maldito día. Ese hombre “puede (como dice Heidegger) responder de todo con suma facilidad”. Lo poderoso del Poder es dar las respuestas. Al hacerlo elimina la posibilidad de las preguntas. Y sobre todo de la pregunta fundamental: “¿Es justo que el Poder sea el Poder? ¿Es justa la sociedad del Poder?” Y también: “¿Qué pienso ‘yo’ de todo esto?” Aquí asomaría ya la rebelión. Sofocar el surgimiento de esos estados deconciencia es la tarea de lo comunicacional en tanto colonización y oscurecimiento.

Se trata, en suma, de recuperar la subjetividad. De lanzarla hacia otras subjetividades. De conquistar lo intersubjetivo y la potencia constituyente de las conciencias libres. Pero es difícil. La revolución burguesa, la nueva, la más reciente, la de las comunicaciones, coloniza las conciencias, sometiéndolas. Estamos acribillados por imágenes, frases, ideas, polémicas que no son las nuestras. Por un sexismo torpe, mercantilista. Por lo fashion. Por el mundo lejano, ilusorio, inalcanzable de las modelos perfectas, de los desfiles del despilfarro. Por Hollywood y las explosiones y los efectos especiales. Por la propaganda barata. Por esa televisión “abierta” a no sabemos qué, a las truculencias, a los chistes idiotas, a los comicastros “verdes”, a las heroínas ordinarias y siliconadas del infinito, sofocante Imperio Nacional del Culo.
Es, así, la hora del pensamiento crítico. Se trata de señalar sencillamente que este mundo es abominable y no tiene rescate. Se trata de una lucha civilizatoria. De una reconquista de la conciencia del hombre-mujer. De un rescate de lo femenino, mercancía del capitalismo más canalla. Una mujer no es un culo, señores. Es infinitamente más que eso. Las modelitos del nuevo milenio, lolitas de tapa, estrellitas que trabajan más los glúteos que la dicción o la expresividad dramática, ofenden a las mujeres, y ofenden a los hombres al suponerlos tan primarios, monos idiotizados apenas capaces de ser atraídos por un traserito de gimnasio y no por las infinitas, complejas, sublimes o melancólicas facetas de ese sexo que no es el nuestro y al que buscamos comprender con pasión, con frecuencia para amarlo, nada menos. “La tarea del filósofo como analista crítico de nuestro mundo es algo cada vez más y más importante (...) Quizás el objetivo más importante de nuestros días es descubrir lo que somos, pero para rechazarlo”. La frase –formidable– es de Michel Foucault y ahí donde dice “filósofo” pongamos “hombre de nuestro tiempo”. Y Sartre dijo, célebremente, algo muy parecido: “Uno es lo que hace con lo que hicieron de él”. Bien, no se puede entonces demorar más. Porque lo quetodo el tiempo hacen con nosotros es basura. De nosotros depende hacernos otra cosa.


Enlace al artículo:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-31003-2004-02-01.html

viernes, 9 de septiembre de 2011

El que viaja

Admirable me resulta la profundidad de la simbología utilizada en la antigüa grecia. Del panteón griego me es particularmente enigmática a la vez que atractiva la figura de Dionisos, el extranjero. El Dios reflejo de otra cultura, del otro, de la otredad... El distinto...  errático viajante que recorre el mundo en un viaje con escala en cualquier lugar donde se encuentre con alguien, donde alguien se encuentre. Siempre hay un otro cuando hay un uno mismo...  El viajante como símbolo de diálogo, de confrontación, de dicotomía entre dos mundos: el interno y el externo... La idea de recorrer el camino del viajante para reconocer la otredad en mi me llena de intriga, me colma, se trata de un camino tan interno como externo... A la vez surge una interrogante la cuál algunas noches de desvelo me propongo interrogar:

¿ Existirá esa frontera en el camino ?